Puse tu nombre
en las cosas
que a diario
tocaban mis manos.
En mi pañuelo,
tu nombre
-como emblema-
fue bordado
en preciosos
caracteres nubios.
En mis cosas íntimas:
tus iniciales,
daban señorío
y sentido de pertenencia.
En mi fusil
que llevaba al hombro,
a fuego lento grabé tu nombre,
junto al mío,
por si acaso...
Todas las veces
puse tu nombre
en la playa.
Los barcos del puerto
lucen su proa
desafiante,
con tu nombre
de insignia.
En todo lo posible
está tu inefable nombre...
Los libros silenciosos
lo guardan,
el teléfono, el reloj del tiempo,
en las esquelas pascuales
de la Navidad encantada.
En todo mi mundo
tu nombre
se dibuja y recrea,
para regocijo y memoria.